Hora Santa
Esta oración se puede hacer entorno a un Icono de Cristo, con alguna vele
encendida para crear un ambiento de adoración.
INTRODUCCIÓN
Guía: Alabado
sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Todos: Sea bendito y alabado.
CANTO
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No
adoréis a nadie,
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Porque
solo Él,
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a nadie
más que a Él.
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nos puede sostener.
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No
adoréis a nadie,
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Porque
solo Él,
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a nadie más que a Él.
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nos
puede sostener.
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No
adoréis a nadie,
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No
adoréis a nadie,
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a nadie más.
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a nadie
más.
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No adoréis a nadie,
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No
adoréis a nadie,
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a nadie más.
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a nadie
más.
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No adoréis a nadie,
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No
adoréis a nadie,
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a nadie más que a Él.
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a nadie más que a Él.
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MONICIÓN INICIAL
Guía:
En esta Noche Santa Jesús, nos
tienes aquí presentes, junto a Ti. Queremos acompañarte en estos momentos en
que Tú vas a llevar a cabo la obra sublime de nuestra redención, en que vas a
entregarte libremente por amor. Esta entrega tuya que se realiza en cada
Eucaristía, una entrega con valor eterno. En la celebración la Santa Misa de la
Cena del Señor, nos dejabas tres regalos: el Sacerdocio Ministerial, tu
presencia viva, real y verdadera en la Sagrada Eucaristía y el Mandamiento del
amor.
Acéptanos en tu compañía Jesús,
acéptanos como uno más de tus discípulos y permítenos descubrir los
sentimientos de tu corazón; danos a gustarlos internamente para aprovechar al
máximo este rato de oración. Tú eres nuestro Señor, tú conoces nuestra
historia, y por ello sabes las circunstancias en que vivimos.
Pensemos en un breve momento de
silencio en todo aquello que puede angustiar a Jesús en esta noche, pongamos
nombre a las acciones de nuestra vida, de la vida de nuestra sociedad, que
agudizan el sufrimiento de Jesús ahora, y ofrezcámosle nuestro cariño, nuestro
amor.
Silencio
PRIMER MOMENTO – SACERDOCIO
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Lector: Del
Evangelio según san Juan. Jn
17, 1-26
Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo
tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los
que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han
guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti,
porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han
recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú
me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que
tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos
he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo,
mientras yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has
dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en
tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el
hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y
digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les
he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los
guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo,
así yo los envío también al mundo. Y
por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados
en la verdad. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por
la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en
ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno,
de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como
me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén
conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me
amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha
conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he
dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías
esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti Señor.
REFLEXIÓN
Guía:
Podías haberlo instituido antes,
en cualquier otro momento, pero lo has reservado para el momento cumbre de tu
vida. Has elegido esta noche para dar a participar a tus apóstoles del único y
sumo sacerdocio. Éste, no lo olvidemos, es fruto de tu amor hasta el extremo.
Has querido dotar de dos facetas importantes el sacerdocio que hoy instituyes,
lo has querido vincular a dos elementos que lo irán configurando a lo largo de
su vida: la Eucaristía y el servicio.
En tu mandato tras haber
instituido la Eucaristía dices «haced
esto en conmemoración mía», el
don precioso de tu Cuerpo y tu Sangre que acabas de depositar en el primer altar cristiano de la historia, ya lo dejas
confiado a tus nuevos ministros, tus sacerdotes. Ellos tienen la misión de
realizar esta entrega tuya en su propia vida, de custodiar la pureza de tu
Cuerpo y tu Sangre, de prolongarla hasta que Tú vuelvas. Y unido a ello, el
servicio.
Tu ejemplo en el lavatorio, tu
disponibilidad a ejercer los trabajos más serviles, muestran la condición de
tus sacerdotes, siervos por amor de los hermanos, los hombres, siervos para
prestar el mayor servicio que éstos pueden realizar, anunciar tu Evangelio y
llevar las almas a ti; limpiar las impurezas cometidas por el pecado de esas almas que van a ser lavadas por la
efusión de tu sangre en la Cruz. Gran servicio y gran responsabilidad. «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá», cuánto más a tus
sacerdotes a quienes te has dado tú mismo.
Por ello ahora, en esta noche
santa Jesús, te queremos pedir por ellos. No dejes de mandarnos santos
sacerdotes, de seguir llamando a jóvenes para ministerio tan alto. Ellos son
fruto de tu amor hasta el extremo, por ellos ahora te queremos presentar
nuestra oración. Pensemos por un instante de tiempo, en los distintos
sacerdotes que han ido pasando por nuestra vida: el sacerdote que te bautizó,
el sacerdote que te confesó por primera vez, el sacerdote que te dio a Jesús
sacramentado por vez primera. Piensa en ese sacerdote que te hizo tanto bien
por alguna palabra en su homilía, o en la confesión, por aquel consejo dado que
te ayudó a orientar tu obrar de un modo distinto, o que te previno de cosas
peores; piensa en lo bueno que hayas podido recibir de un ministro del Señor,
puesto por Él en medio de tu vida para manifestarte el gran amor que te
profesa. Piensa en ese sacerdote y agradece al Señor el don de su vida, dale
gracias por tanto bien recibido, dale gracias por habernos dejado el don
precioso del sacerdocio católico.
Ciertamente quizás hayas podido
tener algún enfrentamiento con alguno de los ministros del Señor, alguna
incomprensión; quizás más que acercarte te haya podido alejar de Dios, no te
haya manifestado el amor de Dios; su comportamiento ha podido quizás generar en
ti escándalo... Si es así, si también has podido recibir algo malo de algún
sacerdote, en este momento, pídele a Dios perdón por él, pide por ese
sacerdote, pues necesita de tu oración; pide para que sea santo, pide por su
conversión. Grande es el don que han recibido los sacerdotes y los beneficios
que del sacerdocio se reciben, precisamente por eso el enemigo les odia más.
Nuestros sacerdotes, necesitan de nuestras oraciones. Al igual que Aarón
y Nur sujetaban los brazos de Moisés durante la batalla para lograr la victoria
de Israel, así son las oraciones de los fieles por sus sacerdotes.
Por ello ahora, en este breve rato de oración en silencio, pide perdón por
ellos, da gracias a Dios por la vida de aquellos sacerdotes que conoces, pide
para que no nos falte la respuesta de jóvenes a la llamada del Señor, que el
Señor nos conceda muchas y santas vocaciones.
CANTO
1.- Una noche de sudores con la barca en el mar, mientras el cielo
aclara ya, mirabas tus redes vacías. Pero hay alguien que te llama y otros
mares te enseñará, en el corazón del hombre sus redes echará.
Dona toda
tu vida como María al pie de la Cruz.
Y serás
siervo de cada hombre, siervo por amor,
Sacerdote
de la humanidad.
2.- Caminabas en el silencio, entre lágrimas esperando que la semilla
echada ya cayera en la tierra buena. Hoy tu corazón se alegra porque el grano
ha dorado ya. Y madurado bajo el sol, solo queda recogerlo.
Dona toda
tu vida...
P
RECES
Guía:
Oh Jesús Sacerdote Eterno, modelo
de todos los sacerdotes y de todos los seminaristas que de tu sacerdocio van a
participar. En esta noche santa en que instituiste tu sagrado sacerdocio, te
pedimos para que suscites nuevas vocaciones sacerdotales y sostengas y
santifiques a los que ya se han consagrado a tu sacerdocio o se preparan para
ello. Ante Ti, aquí presente te rogamos:
R/. Danos más y mejores vocaciones, que
haya muchos y santos sacerdotes
Lector:
―
Para que sea constante la
celebración de la Eucaristía; para que la tengamos en los templos y nos guíen a
venerarla; para que nos preparen a recibirla; y no nos falte el Manjar. R/
―
Para que visibilicen
continuamente tu mediación de alabanza y acción de gracias a Dios y perdón y
dones a los hombres. R/
―
Para que siembren la salvación;
los niños aprendan la fe, los jóvenes encuentren apoyo, los adultos hallen
fortaleza. R/
―
Para que purifiquen el mundo del
mal; los pecadores se reconcilien, todos tengan consejeros y celosos
directores. R/
―
Para que los pobres tengan
esperanza; los ricos, caridad; y todos, cumplida la justicia, nos amemos como
hermanos. R/
―Para que nuestros oídos escuchen tu palabra; veamos tu luz y
sintamos tu fuerza. R/
―
Para que todo el mundo oiga tu
pregón; en todo resuene tu gloria; el cielo se pueble de santos. R/
Guía:
Oh Jesús, Pastor Eterno de las
almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada.
Señor gemimos en la orfandad, danos vocaciones, danos sacerdotes y religiosos
santos. Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen María, tu dulce y santa Madre.
Oh Jesús, danos vocaciones, danos sacerdotes y religiosos según tu Corazón. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén
SEGUNDO MOMENTO – VIRGEN MARÍA
En este segundo momento, vamos a
dirigir nuestra mirada a alguien importante, principal en toda esta historia,
la Virgen María. Ella de nuevo, según su humildad, no quiere protagonismos en
esta historia, sino que prefiere el silencio, el anonimato.
¿Qué no habría en el corazón de
esta Buena Madre en esta noche? Ella lo observaría todo y lo guardaría en su
corazón, y lo aceptaría. El dolor llega a su vida, pero no se deja vencer por
él; sabe que este dolor es redentor, está para dar y generar vida. Es un dolor
de entrega, de salvación. Al mismo tiempo nos muestra la delicadeza de Dios
para con nosotros...se ha querido parecer tanto a nosotros, ha querido redimirnos
hasta tal punto, que ha asumido todos los sufrimientos de la historia en todas
sus circunstancias, entre ellos los de las madres en María. ¡Cuántas madres
sufren en nuestro mundo!
Pensemos en aquellas madres que
sufren por la enfermedad o pérdida de su hijo, por la huida de casa de éstos,
por las discusiones con el fruto de sus entrañas. Pensemos en aquellas madres
que observan cómo sus hijos caen presos de tantos vicios y esclavitudes de
nuestra sociedad: drogas, alcohol, sexo... madres que llevan su corazón marcado
por las faltas de sus hijos... ¡cuánto dolor! Y este también fue asumido por
Jesús y compartido por María.
Ahí está, viendo cómo acaba la
cena y marcha su Hijo camino de Getsemaní. Lo ve alejarse hacia el Huerto de
los Olivos, y de nuevo pronuncia aquel "Hágase en mí",
"Fiat". Palabra que ha de hacerse vida, que no ha de rehuir las
dificultades del mundo, sino que ha de encarnarse de nuevo en cada obra
nuestra. Nosotros cristianos hemos de decir, siguiendo el ejemplo de María,
"Hágase" en las diversas circunstancias de nuestra vida.
"Fiat" pronunciaría de
nuevo María. Su Hijo marcha a llevar a cabo la obra de nuestra Redención, y
María callada acepta y se prepara para esta hora clave. ¿Qué ocurre ahora? Nos
lo relata San Lucas.
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Lector: Del
Evangelio según san Lucas. Lc 22,
39-46
EN AQUEL TIEMPO salió Jesús y se
encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo
siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en
tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba
diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo
confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un
sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y,
levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por
la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en
tentación».
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti Señor.
REFLEXIÓN
Guía:
¡Cuánto dolor sentiría en este
momento Cristo para que se realizara este fenómeno biológico! ¡Qué sufrimiento
no habría en su corazón, que peso y angustia no sentiría! Pero... ¿qué es lo
que más le duele a Cristo? ¿Qué le produce tal sufrimiento?
No sólo el pecado,
sino la condenación de las almas; corazones que se cierran a su gracia, que no
se abren a su amor y ellos solos se condenan. Cristo sufre por ellos... voy a
dar mi vida por salvarles, pero se cierran a mi amor... apostasía, defecciones en la Iglesia, escándalos... Cristo sufre el peso
de todos estos pecados en este momento.
¿Acaso vencerá el maligno? ¿Acaso
será inútil tanto sacrificio? El demonio pretendería turbarle con estos
pensamientos, pero Cristo no desconfiaría por ello del Padre. Sabe que la
pérdida de esas almas es una posibilidad, pues no depende de él sino de
ellas... Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti... Él lo da todo, pero ¿ellas
lo recibirán? ¿Dejo obrar en mí la gracia de Dios?
Y en medio de estos
acontecimientos recibe la visita de un ángel que lo consuela. "Merece la
pena Jesús", "Vas a lograr que participen de la gloria del cielo con
tu sacrificio", "Es una dura batalla, pero tuya es la victoria",
"Esas almas podrán condenarse, pero por ti Jesús que no quede, ellas serán
las únicas responsables de su desastre. Pero mira cuántas salvarás".
Una criatura consuela a su
Creador...consolemos nosotros esta noche a Jesús. Y junto a Él, a María.
También ella sufriría. Al contemplar la angustia de Cristo no podemos evitar el
pensar en el mensaje de la tercera aparición de la Virgen en Fátima, pues el
dolor es similar. Así nos lo narra Lucía:
Lector:
"El día 13 de Julio, entre cuatro
o cinco mil personas tuvieron que abrirse paso los videntes para llegar al
lugar de las apariciones. Después del acostumbrado relámpago, envuelta en una
intensa luz, se presentó a los niños la Visión. Lucía quiso conocer su nombre y
pidió una prueba que confirmara la realidad de la Aparición celeste. Esta le
contestó:
− Seguida viniendo todos los meses. En octubre os diré quién soy y lo que
deseo. Y yo haré entonces un gran milagro para que todo el mundo pueda creeros.
Y añadió
poco después:
− Sacrificaos por los pecadores, y decid a menudo, sobre todo al hacer
algún sacrificio: «¡Oh Jesús! Por vuestro amor, por la conversión de los
pecadores y en reparación de las injurias cometidas contra el Inmaculado
Corazón de María.»
Dichas estas palabras mostró a
los niños el infierno y como para pedir socorro, éstos alzaron los ojos a
Nuestra Señora, que les dijo con bondad y tristeza:
−
Habéis visto el infierno, adonde van las almas de
los pobres pecadores. Para salvarlos, el Señor quiere establecer la devoción a
mi Corazón Inmaculado. Si se hace lo que yo os diga, muchas almas se salvarán y
vendrá la paz. La guerra está para acabar, pero si no cesan de ofender al
Señor, no pasará mucho tiempo en el próximo Pontificado de Pio XI, en que
comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida,
sabed que esa es la señal que Dios os da de que está próximo el castigo del
mundo por sus muchos delitos, mediante la guerra, el hambre y las persecuciones
contra la Iglesia y contra el Padre Santo [...] Cuando recéis el Rosario, decid
al fin de cada decena: «¡Oh Jesús mío! Perdonadnos nuestros pecados; libradnos
del fuego del infierno; llevad al Cielo a todas las lamas, especialmente a las
más necesitas de vuestra misericordia»."
Cristo se entrega por la
salvación de las almas, María lo acompaña en esta entrega e intercede por
nosotros, por nuestra salvación. En este breve rato de oración, pide a Dios por
la salvación de las almas, piensa en los miembros de tu familia que están más
apartados del Señor, piensa en todas aquellas personas cuya vida moral se
aparta del camino propuesto por Cristo, pide por su Salvación.
Y unida a esta petición, al igual
que hizo el ángel con Jesús en Getsemaní, consuélalo, confórtalo. Consuela con
tu vida al mismo Dios, a su madre Santísima. Que ellos sientan tu amor, tu
ternura. Si nosotros a nivel humano somos capaces de afligirnos y dar nuestro
apoyo a una persona que lo pasa mal, ¡cuánto más no deberemos de hacerlo con la
Virgen María, con el mismo Dios!
Jesús... ¿por qué y para qué
sufres tanto? Es por mí, por mi salvación, para ganarme el cielo.
Silencio. Puede interrumpirse para contemplar el primer misterio de
dolor del Santo Rosario: La oración de Jesús en el huerto.
CANTO
Quiero pedirte María,
ser un reflejo de ti,
que quien me mire te vea,
y sepa mi amor por ti.
Hazme como tú, como tú María
hazme como tú y se mi guía.
Para que algún día, Madre de Dios,
puedas ser la Reina de mi corazón.
Quiero pedirte María,
que guíes mi caminar,
para poder ir a Dios
y amarle
cada vez más.
Guía:
Seguimos avanzando en esta noche
junto a Ti Jesús. Aquí nos tienes acompañándote y ahora nuestra mirada se
detiene en un elemento que nos está acompañando desde el domingo, la Palma de
Ramos. Esa Palma nos recordaba el gozo de tu entrada gloriosa en Jerusalén.
Todo era fiesta, alabanza, exaltación al Dios que visitaba a su pueblo, pero
ahora llega el sentido escondido de la misma, la verdadera gloria que se
esconde tras la figura ilusoria del mundo, el martirio. La Palma nos recuerda
tu entrega martirial, y con ella, la de tantos mártires que derramaron su sangre por confesar tu fe, con el único delito de ser
fieles seguidores tuyos.
Vemos ahora cómo vienen a por Ti,
como a por un bandido, y si esto hacen con el leño verde... ¿qué no harán con
el seco? ¿Acaso somos nosotros más que nuestro maestro? Detengámonos un momento
para recordar lo que ahora sucede.
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Lector:
X
Del Evangelio según san Mateo. Mt 26, 47-56
Después se acercó a Jesús y le
dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó. Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿a qué
vienes?». Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron.
Uno de los que estaban con él
agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del
sumo sacerdote. Jesús le dijo: «Envaina la espada: que todos los que empuñan
espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me
mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían
entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».
Entonces dijo Jesús a la gente:
«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A
diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis.
Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los
profetas». En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Palabra
del Señor.
Todos: Gloria a ti Señor.
REF LEXIÓN
Guía:
El mal ha comenzado a maquinar,
ya lleva a cabo su plan, quiere eliminar a Dios pues es su enemigo. Ha engañado
ya a uno de los íntimos de Jesús, su apóstol, quien ha contemplado los milagros
de Cristo, que lo ha acompañado y escuchado durante varios años, y lo
traiciona... seguía a Jesús, pero no lo amaba. ¿Acaso no nos ocurre lo mismo a
veces a nosotros? Podemos estar siguiendo a Jesús, pero no amarle; quedarnos en
que sea una idea, un pensamiento, pero no caer en la cuenta que es una persona,
un Dios que se ha hecho hombre.
El mal actúa, va contra Jesús, lo
quiere eliminar de la historia y lo entrega con un beso. Ciertamente lo primero
que surge es el deseo de venganza, pero Cristo desde ahora, da un ejemplo a
todos sus seguidores que ha de durar para siempre...responde al mal con el
bien, llama a Judas "Amigo", responde con amor. Esta ha sido una
constante a lo largo de la historia del cristianismo; los mártires siempre han
aceptado su martirio perdonando. Allá donde el mal parece avanzar, sólo cabe
vencerlo con la fuerza del amor.
En Almería, fueron beatificados
115 mártires, y el cardenal Amato, nos dijo: «España tierra de santos, teólogos y misioneros, de fundadores de
grandes órdenes religiosas, se
convirtió repentinamente en terreno de conquista de los 3 funestos caballos del
apocalipsis, donde parecía que el reino del anticristo se hubiera adueñado de
vuestra tierra bendita. En aquel tiempo en España prevaleció la ideología
anticristiana que pretendía la anulación total de la Iglesia, de los sacerdotes
y los laicos comprometidos en el apostolado católico ».
A veces el mal parece adueñarse
de la situación, como ocurre ahora con Cristo. Pero nada más lejos de la
realidad. El mal es vencido por Cristo, ¿de qué modo? ¿Con qué medios? Con el
amor...solo el amor puede vencer al mal. Vemos en nuestro mundo cómo Cristo
sigue siendo apresado y silenciado: persecuciones, guerras, imposición de la
ideología de género, reducción de lo religioso al ámbito privado, abortos,
apostasía del Creador, eutanasia... Cristo vuelve a ser apresado en cada una de
las situaciones en que el mal parece vencer. Y frente a esto, ¿qué hacer?
¿tomar la justicia por nuestra cuenta como el discípulo que toma la espada, o
emprender el camino del bien, de la bondad, del amor, del anuncio liberador de
la verdad aún a riesgo de ser señalado?
Pensemos en miles de hermanos
nuestros en Siria que están siendo perseguidos a causa de su fe. Su único
delito es amar a Cristo, y por esto lo pierden todo, son perseguidos,
considerados ciudadanos de segunda.
¿Cómo reaccionamos frente a la
persecución? ¿tomamos la justicia por nuestra mano? ¿reaccionamos cayendo en el
silencio y en el falso ídolo de los respetos humanos? ¿Callamos y no
manifestamos nuestra fe? ¿Nos avergonzamos frente a otros de tu vida cristiana?
¿Nos avergonzamos de Cristo? ¿Cómo reaccionamos frente al mal que sufrimos de
los otros? ¿Tenemos algo contra alguna persona que me ha podido ofender por
algo? ¿Cómo la tratamos?
Breve silencio que se interrumpirá por el testimonio que se narra a
continuación.
En los mártires tenemos el
testimonio de cómo se ha de comportar el verdadero cristiano frente a la
persecución. Escuchemos el testimonio de un cardenal, Van Thuan, que sufrió
persecución por su fe y veamos un ejemplo a seguir, tanto como el de miles de
hermanos nuestros cristianos que están sufriendo a causa de la fe.
Lector:
"Me llamo Francisco Nguyen
van Thuan y soy vietnamita... El 23 de abril de 1975 Pablo VI me nombró
arzobispo coadjutor de Saigón. Cuando los comunistas llegaron a Saigón, me
dijeron que mi nombramiento era fruto de un complot entre el Vaticano y los
imperialistas para organizar la lucha contra el régimen comunista. Tres meses
después fui llamado al palacio presidencial para ser arrestado: era el día de
la Asunción de la Virgen, 15 de agosto de 1975.
Esa noche, durante el trayecto de
450 km que me lleva al lugar de mi residencia obligatoria, vinieron a mi mente
muchos pensamientos confusos: tristezas, abandono, cansancio, después de tres
meses de tensiones... Pero en mi mente surge claramente una palabra que disipa
toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh, obispo misionero en China, pronunció
cuando fue liberado después de doce años de cautiverio: “He pasado la mitad de
mi vida esperando”. Es una gran verdad: todos los prisioneros, incluido yo
mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: “Yo no esperaré.
Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”. No es una inspiración
improvisada, sino una convicción que he madurado durante toda la vida. Si me
paso el tiempo esperando quizá las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que
con seguridad me llegará será la muerte.
En el pueblo de Cay Vong, donde
se me designó la residencia obligatoria, bajo vigilancia abierta y oculta de la
policía, “confundida” entre el pueblo, día y noche me sentía obsesionado por el
pensamiento: “¡Pueblo mío! ¡Pueblo mío que tanto amo: rebaño sin pastor! ¿Cómo
puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en el momento en que
tienen más necesidad de su pastor?
Las librerías católicas han sido
confiscadas; las escuelas, cerradas; las religiosas y religiosos que enseñaban
han sido enviados a trabajar a los arrozales. La separación es un shock que me
parte el corazón.
“Yo no esperaré. Voy a vivir el
momento presente colmándolo de amor; pero ¿cómo?”. Una noche viene la luz:
“Francisco, es muy simple, haz como San Pablo cuando estuvo en prisión:
escribía cartas a varias comunidades”. Así fue como comencé a escribir cartas.
La gracia de Dios me dio la energía para trabajar y continuar, aún en los
momentos de más desesperanza. El libro lo escribí de noche en mes y medio, pues
tenía miedo de no terminarlo: temía que me trasladasen a otro lugar.
Una vez, la Madre Teresa de
Calcuta me escribió: “Lo importante no es el número de acciones que hagamos,
sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción”. ¿Cómo llegar a esta
intensidad de amor en el momento presente? Pienso que debo vivir cada día, cada
minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es accesorio, concentrarme
sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica,
cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos mi amor, mi
sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido...
Escribí en el libro El camino de la esperanza:
“Para ti el momento más bello es el momento presente. Vívelo en la plenitud del
amor de Dios. Tu vida será maravillosamente bella si es como un cristal formado
por millones de esos momentos. ¿Ves cómo es fácil?”.
CANTO
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|
1.- Entre
tus manos está
mi vida,
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2.- Si
el grano de trigo no muere,
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||
Señor.
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|
si no
muere solo quedará,
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Entre
Tus manos pongo mi existir.
|
|
pero si muere en abundancia dará
|
Hay que
morir, para vivir.
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|
un
fruto eterno que no morirá.
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|
Entre
tus manos yo confío mi ser.
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Breve silencio.
Guía:
Cristo ha sido apresado, inicia
su calvario. Todo por amor, todo por ti, por mi... Dios me ama tanto, me ha
dado tanto, ¿qué le voy a dar yo? ¿Cómo puedo ordenar mi vida para más
agradarle y servirle?
Jesús es apresado y llevado a
juicio injusto. Sabemos a lo que se adviene por amor, y Él no lo rehúye. Sólo
puede amar de verdad quien está dispuesto a sacrificarse. Aprovechemos esta
noche santa para acompañar a Cristo Eucaristía, ofrezcámosle el incienso de
nuestra presencia, de nuestro corazón. Velemos con Cristo, vayamos con Él, que
en medio de la soledad de la noche, del vía crucis, sienta un corazón, tu
corazón, que lo acompaña y ama.
María, cuenta con la presencia de
tus discípulos, de tus hijos amados. Aquí estamos acompañando a tu Hijo. Siente
nuestro corazón y confía en que nosotros cuidaremos de Él.
Concluimos realizando la estación.
Guía: Viva
Jesús Sacramentado
Todos: Viva y de todos sea amado
Padrenuestro,
Ave María, Gloria
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