martes, 7 de abril de 2020


Hora Santa
Esta oración se puede hacer entorno a un Icono de Cristo, con alguna vele encendida para crear un ambiento de adoración.

 INTRODUCCIÓN


 Guía: Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.

 Todos: Sea bendito y alabado.



CANTO


No adoréis a nadie,

Porque solo Él,

a nadie más que a Él.

nos puede sostener.
No adoréis a nadie,

Porque solo Él,
a nadie más que a Él.

nos puede sostener.
No adoréis a nadie,

No adoréis a nadie,
a nadie más.

a nadie más.
No adoréis a nadie,

No adoréis a nadie,
a nadie más.

a nadie más.
No adoréis a nadie,

No adoréis a nadie,
a nadie más que a Él.

a nadie más que a Él.




MONICIÓN INICIAL



Guía:

En esta Noche Santa Jesús, nos tienes aquí presentes, junto a Ti. Queremos acompañarte en estos momentos en que Tú vas a llevar a cabo la obra sublime de nuestra redención, en que vas a entregarte libremente por amor. Esta entrega tuya que se realiza en cada Eucaristía, una entrega con valor eterno. En la celebración la Santa Misa de la Cena del Señor, nos dejabas tres regalos: el Sacerdocio Ministerial, tu presencia viva, real y verdadera en la Sagrada Eucaristía y el Mandamiento del amor.

Ahora se vislumbra pronto tu entrega, la traición que vas a sufrir, el poder de las tinieblas ha comenzado a maquinar y parece iniciar su reinado. En esta hora santa, que nos recuerda aquel momento en que tomaste aparte a tus tres apóstoles íntimos, Pedro, Santiago y Juan, y les pediste "quedaos aquí y velad conmigo", queremos permanecer contigo este rato. Son varias las inquietudes que se albergan en nuestro corazón que, como a ti, también nos causan angustia y temor, pero contigo todo es más llevadero.
Acéptanos en tu compañía Jesús, acéptanos como uno más de tus discípulos y permítenos descubrir los sentimientos de tu corazón; danos a gustarlos internamente para aprovechar al máximo este rato de oración. Tú eres nuestro Señor, tú conoces nuestra historia, y por ello sabes las circunstancias en que vivimos.

Pensemos en un breve momento de silencio en todo aquello que puede angustiar a Jesús en esta noche, pongamos nombre a las acciones de nuestra vida, de la vida de nuestra sociedad, que agudizan el sufrimiento de Jesús ahora, y ofrezcámosle nuestro cariño, nuestro amor.
 Silencio



 PRIMER MOMENTO – SACERDOCIO

 ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Lector: Del Evangelio según san Juan.                                            Jn 17, 1-26

EN AQUEL TIEMPO habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste.
Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».


Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti Señor.

REFLEXIÓN

Guía:



Fruto de tu amor extremo Jesús por nosotros son tus sacerdotes. Ellos han sido llamados por Ti para seguir haciéndote presente en medio de nuestro mundo. Son fruto de tu amor, de tu entrega hasta el extremo. Era uno de tus regalos especiales para tu pueblo, instituir un único y verdadero sacerdocio, hombres que participando de tu sacerdocio se entregaran por la salvación de los hermanos. Y te lo has guardado hasta ahora.



Podías haberlo instituido antes, en cualquier otro momento, pero lo has reservado para el momento cumbre de tu vida. Has elegido esta noche para dar a participar a tus apóstoles del único y sumo sacerdocio. Éste, no lo olvidemos, es fruto de tu amor hasta el extremo. Has querido dotar de dos facetas importantes el sacerdocio que hoy instituyes, lo has querido vincular a dos elementos que lo irán configurando a lo largo de su vida: la Eucaristía y el servicio.



En tu mandato tras haber instituido la Eucaristía dices «haced esto en conmemoración mía», el don precioso de tu Cuerpo y tu Sangre que acabas de depositar en el primer altar cristiano de la historia, ya lo dejas confiado a tus nuevos ministros, tus sacerdotes. Ellos tienen la misión de realizar esta entrega tuya en su propia vida, de custodiar la pureza de tu Cuerpo y tu Sangre, de prolongarla hasta que Tú vuelvas. Y unido a ello, el servicio.



Tu ejemplo en el lavatorio, tu disponibilidad a ejercer los trabajos más serviles, muestran la condición de tus sacerdotes, siervos por amor de los hermanos, los hombres, siervos para prestar el mayor servicio que éstos pueden realizar, anunciar tu Evangelio y llevar las almas a ti; limpiar las impurezas cometidas por el pecado de esas almas que van a ser lavadas por la efusión de tu sangre en la Cruz. Gran servicio y gran responsabilidad. «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá», cuánto más a tus sacerdotes a quienes te has dado tú mismo.



Alta es su misión y alta su responsabilidad. Pero desgraciadamente, Jesús, vemos por los distintos medios de comunicación, cómo tal servicio no es llevado a cabo por tus ministros, sino que a veces resultan ser los primeros que te traicionan. Escándalos públicos, denuncias por abusos, vidas pecaminosas, carrerismos donde no se busca el bien del pueblo sino el bien propio... pueden llevarnos a pensar, ¿es que no es posible encontrar otros "Cristos" en la tierra? ¿tu sacerdocio no es realizable? Nada más lejos de la verdad, pues aunque ciertamente tales noticias sean ciertas, los cristianos también sabemos que suena más un árbol que cae que cientos que crecen; sabemos que lo malo es noticia pero que lo bueno permanece oculto. ¿Existen esos casos? Ciertamente, pero frente a ellos hay miles de vidas sacerdotales entregadas por amor a Ti, miles de sacerdotes que nunca serán noticia pero que se encuentran desgastando su vida en tierras de misión o en medio del pueblo encomendado; sacerdotes que te llevan a sitios recónditos, a los diversos y nuevos areópagos de nuestro mundo; sacerdotes que de manera callada sufren la incomprensión de los fieles; sacerdotes que gastan su vida por Ti y por tu Evangelio, sacerdotes que de nuevo te hacen presente en medio de un mundo que te ha sentenciado.



Por ello ahora, en esta noche santa Jesús, te queremos pedir por ellos. No dejes de mandarnos santos sacerdotes, de seguir llamando a jóvenes para ministerio tan alto. Ellos son fruto de tu amor hasta el extremo, por ellos ahora te queremos presentar nuestra oración. Pensemos por un instante de tiempo, en los distintos sacerdotes que han ido pasando por nuestra vida: el sacerdote que te bautizó, el sacerdote que te confesó por primera vez, el sacerdote que te dio a Jesús sacramentado por vez primera. Piensa en ese sacerdote que te hizo tanto bien por alguna palabra en su homilía, o en la confesión, por aquel consejo dado que te ayudó a orientar tu obrar de un modo distinto, o que te previno de cosas peores; piensa en lo bueno que hayas podido recibir de un ministro del Señor, puesto por Él en medio de tu vida para manifestarte el gran amor que te profesa. Piensa en ese sacerdote y agradece al Señor el don de su vida, dale gracias por tanto bien recibido, dale gracias por habernos dejado el don precioso del sacerdocio católico.



Ciertamente quizás hayas podido tener algún enfrentamiento con alguno de los ministros del Señor, alguna incomprensión; quizás más que acercarte te haya podido alejar de Dios, no te haya manifestado el amor de Dios; su comportamiento ha podido quizás generar en ti escándalo... Si es así, si también has podido recibir algo malo de algún sacerdote, en este momento, pídele a Dios perdón por él, pide por ese sacerdote, pues necesita de tu oración; pide para que sea santo, pide por su conversión. Grande es el don que han recibido los sacerdotes y los beneficios que del sacerdocio se reciben, precisamente por eso el enemigo les odia más.



Nuestros sacerdotes, necesitan de nuestras oraciones. Al igual que Aarón y Nur sujetaban los brazos de Moisés durante la batalla para lograr la victoria de Israel, así son las oraciones de los fieles por sus sacerdotes.



Por ello ahora, en este breve rato de oración en silencio, pide perdón por ellos, da gracias a Dios por la vida de aquellos sacerdotes que conoces, pide para que no nos falte la respuesta de jóvenes a la llamada del Señor, que el Señor nos conceda muchas y santas vocaciones.



CANTO



1.- Una noche de sudores con la barca en el mar, mientras el cielo aclara ya, mirabas tus redes vacías. Pero hay alguien que te llama y otros mares te enseñará, en el corazón del hombre sus redes echará.
           Dona toda tu vida como María al pie de la Cruz.
Y serás siervo de cada hombre, siervo por amor,
Sacerdote de la humanidad.



2.- Caminabas en el silencio, entre lágrimas esperando que la semilla echada ya cayera en la tierra buena. Hoy tu corazón se alegra porque el grano ha dorado ya. Y madurado bajo el sol, solo queda recogerlo.



Dona toda tu vida...

 P RECES

 Guía:



Oh Jesús Sacerdote Eterno, modelo de todos los sacerdotes y de todos los seminaristas que de tu sacerdocio van a participar. En esta noche santa en que instituiste tu sagrado sacerdocio, te pedimos para que suscites nuevas vocaciones sacerdotales y sostengas y santifiques a los que ya se han consagrado a tu sacerdocio o se preparan para ello. Ante Ti, aquí presente te rogamos:



R/. Danos más y mejores vocaciones, que haya muchos y santos sacerdotes

 Lector:

      Para que sea constante la celebración de la Eucaristía; para que la tengamos en los templos y nos guíen a venerarla; para que nos preparen a recibirla; y no nos falte el Manjar. R/

   Para que visibilicen continuamente tu mediación de alabanza y acción de gracias a Dios y perdón y dones a los hombres. R/

    Para que siembren la salvación; los niños aprendan la fe, los jóvenes encuentren apoyo, los adultos hallen fortaleza. R/

    Para que purifiquen el mundo del mal; los pecadores se reconcilien, todos tengan consejeros y celosos directores. R/

     Para que los pobres tengan esperanza; los ricos, caridad; y todos, cumplida la justicia, nos amemos como hermanos. R/

Para que nuestros oídos escuchen tu palabra; veamos tu luz y sintamos tu fuerza. R/

    Para que todo el mundo oiga tu pregón; en todo resuene tu gloria; el cielo se pueble de santos. R/

Guía:



Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada. Señor gemimos en la orfandad, danos vocaciones, danos sacerdotes y religiosos santos. Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen María, tu dulce y santa Madre. Oh Jesús, danos vocaciones, danos sacerdotes y religiosos según tu Corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: Amén



SEGUNDO MOMENTO – VIRGEN MARÍA





En este segundo momento, vamos a dirigir nuestra mirada a alguien importante, principal en toda esta historia, la Virgen María. Ella de nuevo, según su humildad, no quiere protagonismos en esta historia, sino que prefiere el silencio, el anonimato.



Pero en esta noche santa Ella también está presente. Contemplaría cada detalle de su Hijo, sabe que la obra cumbre de la Redención, prometida desde antiguo al pueblo de Israel, ya se iba a realizar y llevar a cabo. Ella contempla a su Hijo y sufre con Él.




¿Qué no habría en el corazón de esta Buena Madre en esta noche? Ella lo observaría todo y lo guardaría en su corazón, y lo aceptaría. El dolor llega a su vida, pero no se deja vencer por él; sabe que este dolor es redentor, está para dar y generar vida. Es un dolor de entrega, de salvación. Al mismo tiempo nos muestra la delicadeza de Dios para con nosotros...se ha querido parecer tanto a nosotros, ha querido redimirnos hasta tal punto, que ha asumido todos los sufrimientos de la historia en todas sus circunstancias, entre ellos los de las madres en María. ¡Cuántas madres sufren en nuestro mundo!

Pensemos en aquellas madres que sufren por la enfermedad o pérdida de su hijo, por la huida de casa de éstos, por las discusiones con el fruto de sus entrañas. Pensemos en aquellas madres que observan cómo sus hijos caen presos de tantos vicios y esclavitudes de nuestra sociedad: drogas, alcohol, sexo... madres que llevan su corazón marcado por las faltas de sus hijos... ¡cuánto dolor! Y este también fue asumido por Jesús y compartido por María.



Ahí está, viendo cómo acaba la cena y marcha su Hijo camino de Getsemaní. Lo ve alejarse hacia el Huerto de los Olivos, y de nuevo pronuncia aquel "Hágase en mí", "Fiat". Palabra que ha de hacerse vida, que no ha de rehuir las dificultades del mundo, sino que ha de encarnarse de nuevo en cada obra nuestra. Nosotros cristianos hemos de decir, siguiendo el ejemplo de María, "Hágase" en las diversas circunstancias de nuestra vida.



"Fiat" pronunciaría de nuevo María. Su Hijo marcha a llevar a cabo la obra de nuestra Redención, y María callada acepta y se prepara para esta hora clave. ¿Qué ocurre ahora? Nos lo relata San Lucas.



ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Lector: Del Evangelio según san Lucas.                                          Lc 22, 39-46

EN AQUEL TIEMPO salió Jesús y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación».



Palabra del Señor.

 Todos: Gloria a ti Señor.

 REFLEXIÓN

 Guía:



Cristo se encamina hacia el huerto de los olivos, y allí en oración, observa toda la historia de la salvación. Vería todos los pecados, desde la primera desobediencia de los primeros padres, hasta el último pecado que se cometerá en la historia antes de la Parusía. Cristo contempla y siente el peso de tanto dolor, de tanto pecado, hasta el punto de, como nos detalla san Lucas, sudar gotas de sangre.

¡Cuánto dolor sentiría en este momento Cristo para que se realizara este fenómeno biológico! ¡Qué sufrimiento no habría en su corazón, que peso y angustia no sentiría! Pero... ¿qué es lo que más le duele a Cristo? ¿Qué le produce tal sufrimiento?
No sólo el pecado, sino la condenación de las almas; corazones que se cierran a su gracia, que no se abren a su amor y ellos solos se condenan. Cristo sufre por ellos... voy a dar mi vida por salvarles, pero se cierran a mi amor... apostasía, defecciones en la Iglesia, escándalos... Cristo sufre el peso de todos estos pecados en este momento.



¿Acaso vencerá el maligno? ¿Acaso será inútil tanto sacrificio? El demonio pretendería turbarle con estos pensamientos, pero Cristo no desconfiaría por ello del Padre. Sabe que la pérdida de esas almas es una posibilidad, pues no depende de él sino de ellas... Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti... Él lo da todo, pero ¿ellas lo recibirán? ¿Dejo obrar en mí la gracia de Dios?



Y en medio de estos acontecimientos recibe la visita de un ángel que lo consuela. "Merece la pena Jesús", "Vas a lograr que participen de la gloria del cielo con tu sacrificio", "Es una dura batalla, pero tuya es la victoria", "Esas almas podrán condenarse, pero por ti Jesús que no quede, ellas serán las únicas responsables de su desastre. Pero mira cuántas salvarás".



Una criatura consuela a su Creador...consolemos nosotros esta noche a Jesús. Y junto a Él, a María. También ella sufriría. Al contemplar la angustia de Cristo no podemos evitar el pensar en el mensaje de la tercera aparición de la Virgen en Fátima, pues el dolor es similar. Así nos lo narra Lucía:



Lector:



"El día 13 de Julio, entre cuatro o cinco mil personas tuvieron que abrirse paso los videntes para llegar al lugar de las apariciones. Después del acostumbrado relámpago, envuelta en una intensa luz, se presentó a los niños la Visión. Lucía quiso conocer su nombre y pidió una prueba que confirmara la realidad de la Aparición celeste. Esta le contestó:



  Seguida viniendo todos los meses. En octubre os diré quién soy y lo que deseo. Y yo haré entonces un gran milagro para que todo el mundo pueda creeros.

Y añadió poco después:



Sacrificaos por los pecadores, y decid a menudo, sobre todo al hacer algún sacrificio: «¡Oh Jesús! Por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de las injurias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María.»



Dichas estas palabras mostró a los niños el infierno y como para pedir socorro, éstos alzaron los ojos a Nuestra Señora, que les dijo con bondad y tristeza:



   Habéis visto el infierno, adonde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, el Señor quiere establecer la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si se hace lo que yo os diga, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. La guerra está para acabar, pero si no cesan de ofender al Señor, no pasará mucho tiempo en el próximo Pontificado de Pio XI, en que comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que esa es la señal que Dios os da de que está próximo el castigo del mundo por sus muchos delitos, mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra la Iglesia y contra el Padre Santo [...] Cuando recéis el Rosario, decid al fin de cada decena: «¡Oh Jesús mío! Perdonadnos nuestros pecados; libradnos del fuego del infierno; llevad al Cielo a todas las lamas, especialmente a las más necesitas de vuestra misericordia»."




Cristo se entrega por la salvación de las almas, María lo acompaña en esta entrega e intercede por nosotros, por nuestra salvación. En este breve rato de oración, pide a Dios por la salvación de las almas, piensa en los miembros de tu familia que están más apartados del Señor, piensa en todas aquellas personas cuya vida moral se aparta del camino propuesto por Cristo, pide por su Salvación.



Y unida a esta petición, al igual que hizo el ángel con Jesús en Getsemaní, consuélalo, confórtalo. Consuela con tu vida al mismo Dios, a su madre Santísima. Que ellos sientan tu amor, tu ternura. Si nosotros a nivel humano somos capaces de afligirnos y dar nuestro apoyo a una persona que lo pasa mal, ¡cuánto más no deberemos de hacerlo con la Virgen María, con el mismo Dios!



Jesús... ¿por qué y para qué sufres tanto? Es por mí, por mi salvación, para ganarme el cielo.



Silencio. Puede interrumpirse para contemplar el primer misterio de dolor del Santo Rosario: La oración de Jesús en el huerto.



CANTO

Quiero pedirte María,

ser un reflejo de ti,



que quien me mire te vea,

y sepa mi amor por ti.



Hazme como tú, como tú María

 hazme como tú y se mi guía.

Para que algún día, Madre de Dios,

puedas ser la Reina de mi corazón.



Quiero pedirte María,

que guíes mi caminar,

para poder ir a Dios

y amarle cada vez más.



Guía:



Seguimos avanzando en esta noche junto a Ti Jesús. Aquí nos tienes acompañándote y ahora nuestra mirada se detiene en un elemento que nos está acompañando desde el domingo, la Palma de Ramos. Esa Palma nos recordaba el gozo de tu entrada gloriosa en Jerusalén. Todo era fiesta, alabanza, exaltación al Dios que visitaba a su pueblo, pero ahora llega el sentido escondido de la misma, la verdadera gloria que se esconde tras la figura ilusoria del mundo, el martirio. La Palma nos recuerda tu entrega martirial, y con ella, la de tantos mártires que derramaron su sangre por confesar tu fe, con el único delito de ser fieles seguidores tuyos.



Vemos ahora cómo vienen a por Ti, como a por un bandido, y si esto hacen con el leño verde... ¿qué no harán con el seco? ¿Acaso somos nosotros más que nuestro maestro? Detengámonos un momento para recordar lo que ahora sucede.



ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

Lector:

X  Del Evangelio según san Mateo.                                   Mt 26, 47-56

TODAVÍA ESTABA HABLANDO, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña: «Al que yo bese, ese es: prendedlo».



Después se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó. Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿a qué vienes?». Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron.



Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo: «Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».



Entonces dijo Jesús a la gente: «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas». En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.



Palabra del Señor.

 Todos: Gloria a ti Señor.

 REF LEXIÓN

 Guía:



El mal ha comenzado a maquinar, ya lleva a cabo su plan, quiere eliminar a Dios pues es su enemigo. Ha engañado ya a uno de los íntimos de Jesús, su apóstol, quien ha contemplado los milagros de Cristo, que lo ha acompañado y escuchado durante varios años, y lo traiciona... seguía a Jesús, pero no lo amaba. ¿Acaso no nos ocurre lo mismo a veces a nosotros? Podemos estar siguiendo a Jesús, pero no amarle; quedarnos en que sea una idea, un pensamiento, pero no caer en la cuenta que es una persona, un Dios que se ha hecho hombre.

El mal actúa, va contra Jesús, lo quiere eliminar de la historia y lo entrega con un beso. Ciertamente lo primero que surge es el deseo de venganza, pero Cristo desde ahora, da un ejemplo a todos sus seguidores que ha de durar para siempre...responde al mal con el bien, llama a Judas "Amigo", responde con amor. Esta ha sido una constante a lo largo de la historia del cristianismo; los mártires siempre han aceptado su martirio perdonando. Allá donde el mal parece avanzar, sólo cabe vencerlo con la fuerza del amor.



En Almería, fueron beatificados 115 mártires, y el cardenal Amato, nos dijo: «España tierra de santos, teólogos y misioneros, de fundadores de grandes órdenes religiosas, se convirtió repentinamente en terreno de conquista de los 3 funestos caballos del apocalipsis, donde parecía que el reino del anticristo se hubiera adueñado de vuestra tierra bendita. En aquel tiempo en España prevaleció la ideología anticristiana que pretendía la anulación total de la Iglesia, de los sacerdotes y los laicos comprometidos en el apostolado católico ».



A veces el mal parece adueñarse de la situación, como ocurre ahora con Cristo. Pero nada más lejos de la realidad. El mal es vencido por Cristo, ¿de qué modo? ¿Con qué medios? Con el amor...solo el amor puede vencer al mal. Vemos en nuestro mundo cómo Cristo sigue siendo apresado y silenciado: persecuciones, guerras, imposición de la ideología de género, reducción de lo religioso al ámbito privado, abortos, apostasía del Creador, eutanasia... Cristo vuelve a ser apresado en cada una de las situaciones en que el mal parece vencer. Y frente a esto, ¿qué hacer? ¿tomar la justicia por nuestra cuenta como el discípulo que toma la espada, o emprender el camino del bien, de la bondad, del amor, del anuncio liberador de la verdad aún a riesgo de ser señalado?



Pensemos en miles de hermanos nuestros en Siria que están siendo perseguidos a causa de su fe. Su único delito es amar a Cristo, y por esto lo pierden todo, son perseguidos, considerados ciudadanos de segunda.



¿Cómo reaccionamos frente a la persecución? ¿tomamos la justicia por nuestra mano? ¿reaccionamos cayendo en el silencio y en el falso ídolo de los respetos humanos? ¿Callamos y no manifestamos nuestra fe? ¿Nos avergonzamos frente a otros de tu vida cristiana? ¿Nos avergonzamos de Cristo? ¿Cómo reaccionamos frente al mal que sufrimos de los otros? ¿Tenemos algo contra alguna persona que me ha podido ofender por algo? ¿Cómo la tratamos?



Breve silencio que se interrumpirá por el testimonio que se narra a continuación.

            En los mártires tenemos el testimonio de cómo se ha de comportar el verdadero cristiano frente a la persecución. Escuchemos el testimonio de un cardenal, Van Thuan, que sufrió persecución por su fe y veamos un ejemplo a seguir, tanto como el de miles de hermanos nuestros cristianos que están sufriendo a causa de la fe.



Lector:



"Me llamo Francisco Nguyen van Thuan y soy vietnamita... El 23 de abril de 1975 Pablo VI me nombró arzobispo coadjutor de Saigón. Cuando los comunistas llegaron a Saigón, me dijeron que mi nombramiento era fruto de un complot entre el Vaticano y los imperialistas para organizar la lucha contra el régimen comunista. Tres meses después fui llamado al palacio presidencial para ser arrestado: era el día de la Asunción de la Virgen, 15 de agosto de 1975.



Esa noche, durante el trayecto de 450 km que me lleva al lugar de mi residencia obligatoria, vinieron a mi mente muchos pensamientos confusos: tristezas, abandono, cansancio, después de tres meses de tensiones... Pero en mi mente surge claramente una palabra que disipa toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh, obispo misionero en China, pronunció cuando fue liberado después de doce años de cautiverio: “He pasado la mitad de mi vida esperando”. Es una gran verdad: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: “Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”. No es una inspiración improvisada, sino una convicción que he madurado durante toda la vida. Si me paso el tiempo esperando quizá las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte.



En el pueblo de Cay Vong, donde se me designó la residencia obligatoria, bajo vigilancia abierta y oculta de la policía, “confundida” entre el pueblo, día y noche me sentía obsesionado por el pensamiento: “¡Pueblo mío! ¡Pueblo mío que tanto amo: rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en el momento en que tienen más necesidad de su pastor?



Las librerías católicas han sido confiscadas; las escuelas, cerradas; las religiosas y religiosos que enseñaban han sido enviados a trabajar a los arrozales. La separación es un shock que me parte el corazón.



“Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor; pero ¿cómo?”. Una noche viene la luz: “Francisco, es muy simple, haz como San Pablo cuando estuvo en prisión: escribía cartas a varias comunidades”. Así fue como comencé a escribir cartas. La gracia de Dios me dio la energía para trabajar y continuar, aún en los momentos de más desesperanza. El libro lo escribí de noche en mes y medio, pues tenía miedo de no terminarlo: temía que me trasladasen a otro lugar.



Una vez, la Madre Teresa de Calcuta me escribió: “Lo importante no es el número de acciones que hagamos, sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción”. ¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en el momento presente? Pienso que debo vivir cada día, cada minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es accesorio, concentrarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica, cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos mi amor, mi sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido...



Escribí en el libro El camino de la esperanza: “Para ti el momento más bello es el momento presente. Vívelo en la plenitud del amor de Dios. Tu vida será maravillosamente bella si es como un cristal formado por millones de esos momentos. ¿Ves cómo es fácil?”.


CANTO


1.-  Entre  tus  manos  está  mi  vida,

2.- Si el grano de trigo no muere,

Señor.

si no muere solo quedará,
Entre Tus manos pongo mi existir.

pero si muere en abundancia dará
Hay que morir, para vivir.

un fruto eterno que no morirá.


Entre tus manos yo confío mi ser.






Breve silencio.




Guía:



Cristo ha sido apresado, inicia su calvario. Todo por amor, todo por ti, por mi... Dios me ama tanto, me ha dado tanto, ¿qué le voy a dar yo? ¿Cómo puedo ordenar mi vida para más agradarle y servirle?



Jesús es apresado y llevado a juicio injusto. Sabemos a lo que se adviene por amor, y Él no lo rehúye. Sólo puede amar de verdad quien está dispuesto a sacrificarse. Aprovechemos esta noche santa para acompañar a Cristo Eucaristía, ofrezcámosle el incienso de nuestra presencia, de nuestro corazón. Velemos con Cristo, vayamos con Él, que en medio de la soledad de la noche, del vía crucis, sienta un corazón, tu corazón, que lo acompaña y ama.



María, cuenta con la presencia de tus discípulos, de tus hijos amados. Aquí estamos acompañando a tu Hijo. Siente nuestro corazón y confía en que nosotros cuidaremos de Él.



Concluimos realizando la estación.



Guía:  Viva Jesús Sacramentado



Todos: Viva y de todos sea amado



Padrenuestro, Ave María, Gloria


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